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BODEGAS GREGORIO MARTÍNEZ Don Gregorio Martínez poco a poco, durante varios años en diferentes parcelas contiguas que pertenencen a tres poblaciones (Nalda – Sorzano – Entrena), formando una propiedad que supera las 100 ha. Comenzando en 1.980 la plantación de viñedos hasta las 40 que dispone la finca en la actualidad. Ante el prematuro fallecimiento de Don Gregorio, son la segunda y tercera generación de la familia quienes dirigen la finca y bodega ayudados por un equipo técnico y humano presente en la misma desde 2001, fecha de puesta en marcha de la bodega. En un privilegiado balcón sobre los valles del Ebro e Iregua, la finca se asienta en una meseta orientada al norte y a 700 mt de altitud media. Antiguamente una dehesa, los magníficos robles centenarios existentes en el jardín nos hablan de su microclima en puertas de la sierra de Moncalvillo y el Camero.


UBICACIÓN En un privilegiado balcón sobre los valles del Ebro e Iregua, la finca se asienta en una meseta orientada al norte y a 700 mt de altitud media. Antiguamente una dehesa, los magníficos robles centenarios existentes en el jardín nos hablan de su microclima en puertas de la sierra de Moncalvillo y el Camero. SUELOS La finca posee un terreno bastante homogéneo marcado por la última glaciación y el antiguo curso del río Iregua, por ello dispone de suelos profundos basados en arcilla roja gruesa y arenas sedimentarias con gran presencia de bolos y lutitas provenientes del antiguo glaciar existente en la sierra de Moncalvillo. Estos suelos, unido a altitud y orientación, permiten obtener vinos finos, con gran capacidad de guarda. VARIEDADES El tempranillo es la variedad predominante (existen 5 clones diferentes del mismo) junto a la viura y el mazuelo, conforman la totalidad del viñedo, plantados en diferentes etapas. PARCELAS Reguladas por edicto real de Alfonso X el Sabio en 1273. Si bien los caminos trazados por las cañadas luego conocidas como reales eran recorridos usados desde el antiguo por el pastoreo trashumante, el decreto de Alfonso X perseguía la regulación, ordenación y protección de ciertos caminos que por su importancia, uso o ubicación merecían ser preservados de posibles violaciones. Una cañada real debía tener una anchura de 90 varas castellanas (72,22 metros) y tenían la característica de ser trazados de muy largo recorrido (más de 500 km) y discurrir principalmente en dirección norte–sur con las lógicas limitaciones que impusiera la geografía. Con la regulación real, quedaba asimismo prohibido el recorte que realizaban comúnmente los propietarios de fincas colindantes mediante el movimiento de mojones. Nuestro Chozo o guardaviñas quiere recordar su historia y el sentido de la misma.